viernes, 2 de marzo de 2012

¡Ánimo con esas propinas!

Hace un tiempo que he estado pensando en que debería escribir algunas líneas referentes al tema de las propinas. Me dió la idea hace unas semanas @anabel_67, ayer conté las mías del mes de Febrero y por la tarde me vino otra vez a la mente al hablar con @ikutusov. 
Así que esta vez no os contaré una historia, sólo quiero plasmar un pensamiento o, mejor dicho, una pregunta:  ¿Qué está pasando con las propinas? 

Me pregunto qué nos está pasando que nadie deja ya una paupérrima propina en los restaurantes o bares. Hace poco leí en un conocido periódico que el % de lo que se recauda en estos establecimientos ha bajado tanto que, aun habiendo reducido el número de empleados en los locales, la cantidad que se reparte a final de mes entre los afortunados que mantienen su trabajo ha disminuído entre el 30 y el 40 %.

Siempre he pensado que una buena comida (sea de menú o del más alto nivel) y un buen servicio han de ser recompensados, al final, monetariamente hablando. En éste, nuestro país, el sueldo de los camareros es bastante mísero y contar las propinas al final de la semana o mes era una alegría, y la ilusión de todos nosotros. Pero ahora, coger el preciado bote (el peso del cual también ha descendido y no porque las monedas se hayan convertido en billetes) provoca que realicemos casi una plegaria antes de bolcar su contenido, ya que si existe cantidad suficiente para llegar a final de mes, apartamos una monedita de 50 céntimos para ir al día siguiente a la iglesia más cercana a encender a San Pancracio una vela dándole las gracias.

En otros países la tan conocida, y actualmente escasa, propina es una obligación y, o viene incluída en el precio final de la cuenta o se deja el 10% del valor de la misma. Pero aquí todo es distinto (Spain is different) y nosotros contamos con la compasión de nuestro querido cliente. Puedo entender que el trabajador que tiene que comer cada día fuera de casa, no pueda permitirse el lujo de ir dejando el cambio después de cada comida; pero lo que no puedo entender es que alguien pueda gastarse en una cena más de 170 €, deje 175 € y que cuando le devuelves el cambio (3 moneditas que no superan el euro) no sea compasivo y premie la misma ni con la monedita de 50 céntimos (¡Joer que era para la vela!). 

Pero bueno ¿qué le vamos a hacer? Yo seguiré sirviendo al cliente lo mejor que sé, dándole conversación con una sonrisita en la boca (aunque no tenga ni las más mínimas ganas de entablar una amistad con el susodicho) y esperando que, al recoger la mesa, encuentre en el plato de la cuenta una solitaria y anhelada monedita que me haga más llevadero el día y me dé fuerzas para continuar, sabiendo que una fracción de la factura de luz estará cubierta a final del mes. 

Este mes no ha ido mal del todo aunque siempre veo disminuir la cantidad. Yo, como siempre, iré dejando mis centimitos al ir a tomar un café, mis euritos cuando tenga prisa y mi billete cuando haya disfrutado de verdad porque sé que, al día siguiente, San Pancracio brillará con más luz.

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